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Caso " Un falso dilema entre la ética y el medio "


ESTUDIO DE CASO
Un Falso Dilema Entre La Ética y El Medio
H
ay un claro intento de encajonar a los que piensan votar, aún a desgano, por Keiko Fujimori, en la categoría de los que no tienen ética, o, en todo caso, que prefieren sacrificarla en aras de la seguridad económica. Esa pretensión reposa en una apreciación que  ha sido elevada a la categoría de dogma religioso: dados los antecedentes del gobierno de Alberto Fujimori y la presencia de numerosos veteranos de ese gobierno en el entorno de su hija, no es ni siquiera concebible, desde un punto de vista moral, votar por ésta última. Es decir, la duda es erradicada del análisis político. Lo curioso es que esa tesis es sostenida por diversos intelectuales reconocidos que, así, olvidan lo que muchos de ellos recuerdan en otras ocasiones: que lo propio de un intelectual es, precisamente, no renunciar nunca a la posibilidad de dudar.

Lo anterior ha sido dictaminado de manera explícita al “rayarse la cancha” en esta segunda vuelta, poniendo en uno de los lados lo que, por decencia, ni siquiera se debe mirar, salvo para recordar. Las más de las veces, sin embargo, el decreto-ley es implícito, a través, por ejemplo, de frases como las de Jorge Bruce, con quien muchas en muchas ocasiones concuerdo, pero no en esta oportunidad, y que, en su columna del último domingo en el diario La República  (http://www.larepublica.pe/08-05-2011/la-vida-pasional-colectivad) dice lo siguiente (el resaltado es mío): “…La razón es que entre la ética-la principal razón para oponerse a Keiko Fujimori y mucha de la gente que la rodea- y el miedo, no hay duda, que éste último prevalecerá”. “…. El miedo al perjuicio monetario….es un poderoso anestésico para los escrúpulos, así como un eficaz estabilizador del ánimo, con tal de sentirse económicamente seguros”. “Si Humala quiere revertir esta situación, está obligado a……garantizar el cambio…sin inquietar a un creciente grupo de peruanos que aspiran no sólo a la supervivencia, sino a mejorar notablemente su calidad de vida. No hay que engañarse: esa calidad de vida se mide, para la mayoría, en plata contante y sonante. Los principios se dejan, paradójicamente, para el final”.

La construcción de Jorge tiene varios problemas. El primero de ellos es la oposición planteada entre la ética y el argumento económico (que, dicho sea de paso, haría saltar hasta el techo a Max Weber). Como otros, Jorge sólo se refiere a éste último, únicamente en términos de preocupación por la situación propia. No vislumbra la posibilidad de que también pueda existir en muchos la inquietud por el devenir económico del país en su conjunto, o, más precisamente, de sus compatriotas. En esa perspectiva, la dicotomía ética/argumento económico pierde fuerza.
Más aún: la asociación entre la ética y la decisión de no votar por la candidata de Fuerza 2,011, también está sujeta a discusión. Para empezar, lo ético es que el voto por una determinada opción se defina en función de una apreciación del futuro. La mirada del pasado es un referente para esa apreciación, y puede ser decisiva, pero no puede constituir, desde un punto de vista ético, el único criterio. La evaluación del  presente, obviamente, también entra en juego y puede confirmar o no las conclusiones a las que se llega al recordar el pasado. Lo que no puede perderse de vista es que respecto del futuro, sólo podemos establecer posibilidades y probabilidades, no certezas. En esa óptica, no puede decretarse, sin derecho a apelación,  que la ética estará necesariamente más a salvo, o menos vapuleada, en un gobierno de Ollanta Humala que en un gobierno de Keiko Fujimori. Se puede pensar legítimamente que, aún predominando las más negras intenciones en el campo de ésta última, las circunstancias políticas del momento hacen más difícil que se den la orgía de corrupción y el autoritarismo desenfrenado que caracterizaron la última década del siglo pasado; ello, no sólo por la relación de fuerzas en el Parlamento, sino también, y, tal vez, sobre todo, porque no parece probable que la opinión pública se quede esta vez mucho tiempo pasiva frente a tal eventualidad, antes de reaccionar. En otras palabras, también es legítimo hacer un cálculo de probabilidades respecto de un posible gobierno de la señora Fujimori, y no sólo respecto del de Ollanta Humala. Sin embargo, Jorge, al establecer una relación entre la ética y  el rechazo a votar por la hija de Alberto Fujimori, sí parece tener una certeza inconmovible respecto del futuro, lo que le resta solidez a su discurso. 

Por lo demás, siempre es discutible la emisión de sentencias sobre la falta, o la  renuncia a la  ética de un grupo de personas en general. ¿Qué le hace pensar a Jorge que aquellos que buscan su superación económica necesariamente carecen de ética o están dispuestos a sacrificarla? ¿Un psicoanalista puede emitir apreciaciones generales tan categóricas sobre las personas? La frase “los principios se dejan, paradójicamente, para el final”, tiene toda la carga del prejuicio, tal como la utilización de términos como “escrúpulos” (anestesiados), “miedo al perjuicio monetario”, “plata contante y sonante”; todas tienen, en el contexto en que son empleadas, el efecto de sentencias morales y, hay que decirlo, un tono bastante despectivo con respecto a una determinada categoría de personas. 

También habría que recordar a Jorge, que, para muchos, no hay “estabilizadores del ánimo” que valgan, a la de votar por una u otra opción. No habrá manera de “anestesiar” el malestar interno que producirá verse obligado a escoger una candidatura que, en circunstancias normales, jamás se hubiera considerado. 
Tiene razón Jorge en preocuparse por la falta de diálogo y de tolerancia, pero éstos no se hacen más fáciles con descalificaciones morales del que piensa diferente.


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